sábado, 30 de mayo de 2009

El fotógrafo "no muerto"

Entre todos los campos en que se desarrolla la fotografía (aplicaciones tan diversas que van desde el reportaje informativo hasta la fotografía de rayos X e incluso invadiendo otros ámbitos como la cinematografía) quizá uno de los más influyentes es la publicidad. La publicidad podría ser sinónimo de persuasión y se me apuran, incluso de engaño. Todos somos conscientes de que en la publicidad todo se manipula, todo se construye bajo techos de belleza idealizada para transformar un producto totalmente innecesario en la solución a todas nuestras necesidades. Aún así, siempre compramos el que tiene la foto más atractiva en el envase.
Sin embargo la fotografía no nació con ese fin si no con el de representar la realidad tal y como es. Eso es lo que los primeros usuarios veían en la cámara oscura, un artilugio fiel a la mirada del ser humano. Pero pronto se haría pública la “primera mentira” fotográfica.
En 1840 se pudo ver en París la fotografía de un hombre ahogado a la orilla del río Sena, semidesnudo y con una nota al dorso en la que se podía leer:

"Este cadáver que ven ustedes es el del Señor Bayard, inventor del procedimiento que acaban ustedes de presenciar, o cuyos maravillosos resultados pronto presenciarán. Según mis conocimientos, este ingenioso e infatigable investigador ha trabajado durante unos tres años para perfeccionar su invención. La Academia, el Rey y todos aquellos que han visto sus imágenes, que él mismo consideraba imperfectas, las han admirado como ustedes lo hacen en este momento. Esto le ha supuesto un gran honor, pero no le ha rendido ni un céntimo. El gobierno, que dio demasiado al Señor Daguerre, declaró que nada podía hacer por el Señor Bayard y el desdichado decidió ahogarse. ¡Oh veleidad de los asuntos humanos! Artistas, académicos y periodistas le prestaron atención durante mucho tiempo, pero ahora permanece en la morgue desde hace varios días y nadie le ha reconocido ni reclamado. Damas y caballeros, mejor será que pasen ustedes de largo por temor a ofender su sentido del olfato, pues, como pueden observar, el rostro y las manos del caballero empiezan a descomponerse.
H. B. 18 de octubre de 1840"


Hyppolyte Bayard había presentado a la Academia de las Ciencias de París los experimentos fotoquímicos que llevaba realizando desde 1837. Fue el propio Aragó (recordemos, secretario de la Academia) quien le disuadió en 1839 de presentar su invento a favor del ya conocido Daguerre ofreciéndole a cambio 600 francos del Ministerio del Interior para sufragar los gastos de una buena cámara. En junio de 1839, antes de la presentación oficial de la fotografía, Bayard organizó una exposición de fotografías que recibió una gran acogida e incluso repercusión en prensa. Aún con todo el nombre de Bayard se acalló y este se vengó con una broma pesada en la que fingía haberse suicidado, despechado por el comportamiento del gobierno francés ante su invento.

Una vez que Bayard reapareció para desmentir su suicidio, la repercusión de la imagen del ahogado fue inmediata. Bayard no sólo había creado la primera imagen conceptual de la historia fotográfica, sino también el primer autorretrato y el primer desnudo además de abrir la puerta al macabro género de fotografía post-mortem que viviría una auténtica edad de oro. La imaginación tomaba el relevo al academicismo y el mero dominio de la técnica para llevar a la fotografía hacia la ficción de manera que el fotógrafo inventase con su cámara al igual que lo haría un pintor.